Hacía mucho
tiempo que no escribía. Han pasado muchas cosas desde la última vez que me puse
a teclear composiciones prosaicas, muchas emociones, un sinfín de sensaciones,
historias y noches en vela. Echaba de menos el cavilar frente a la pantalla,
pensando en mi próxima palabra, en como enlazarla y colocarla en el texto, como
si de un ajedrez verbal se tratase.
Miro la
última frase, la releo y reviso con suma cautela, mientras se me aparecen
sinónimos posibles en la cabeza. Calculo las pausas provocadas por las comas,
bostezo, y de fondo suena un nostálgico Miles Davis con su “A Kind of Blue”.
Fuera hace calor, me digo, miro hacia la entrecerrada ventana, que conecta con
el verde jardín, y vuelvo a bostezar. Pienso en los sucesos acaecidos desde el último
texto que realicé, meses atrás, y aún me cuesta hacerme a la idea de todos
estos cambios.
La trompeta
vuelve a sonar, solitaria. Para mí la trompeta, pese a la compañía de otros
instrumentos, siempre será la portadora del peculiar sonido de la soledad. Ese
sonido que te transporta a un callejón húmedo y lóbrego, con rótulos de neón,
olor a humo, y una espesa niebla que va devorando gradualmente el paisaje
urbano.
Blue in
green. El sonido de la nostalgia, el gemido de la mañana, los últimos
estertores de una oscura noche. Unas pinceladas de piano, suaves y a su vez
marcadas, como remarcando los remordimientos de un borracho a la mañana
siguiente. La banda sonora de la gran ciudad, podría atreverme a decir. Pero
qué sabré yo de grandes ciudades, la verdad.
Paralizado,
borrando y reescribiendo frases, confuso, tras quince minutos escribiendo
empiezo a notar una falta de motivo inspiratorio, que intento llenar con
música. Me vuelvo a parar, indeciso, y me doy cuenta de que realmente no estoy
hablando de nada en particular. Mis dedos, pese a que les cuesta moverse,
empiezan a ganar un poco de agilidad, pero mi cerebro, a saber si es por el
calor, el sueño o la clara falta de inspiración, parece continuar igual de
abotargado. Supongo que todo el mundo pasa por este tipo de crisis alguna vez,
por una injustificada falta de ideas, por una carente imaginación que no ve sus
exigencias suplidas. Será mi momento, me
digo a mi mismo, será algo pasajero.
Y al fin
llego a la conclusión, no sé si fruto de mi aburrimiento o simplemente porque
ya he sobrepasado el límite. Le doy punto y final a este mediocre texto, con
los ojos entrecerrados, acalorado y harto de todo. Mis palabras son como una
quejumbrosa improvisación de trompeta, de un intenso azul.
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