miércoles, 18 de enero de 2012

Postales desde el infierno I

Hacía un frio, de esos que te congelan los dedos hasta que no los sientes, y te ves obligado a frotarte las manos hasta que recuperas algo de sensibilidad. La nariz le goteaba y sus ojos estaban rojos y llorosos.
Toda historia tiene un principio, y el de esta es el final.
Él corría. No sabía a donde ir. Era de noche y se habían llevado a su padre. Khâlid corría. Sabía que iban tras él. Las lágrimas se deslizaban de sus cuencas, pero el no se podía detener para mirar hacia atras. Sabía que estaban cerca.
Girando en la siguiente esquina, se adentró en un laberinto de pequeñas callejuelas y recovecos oscuros.
A unos cinco metros de él estaba la puerta. Su mano estaba a punto de hacer contacto con el pomo, cuando de pronto escuchó un disparo tras él. Se paró en seco. Se tocó el pecho, tan solo para observar su mano completamente ensangrentada.
Su ultima visión, antes de perder la consciencia permanentemente, fué la de Ubayd portando un rifle, susurrándo "Lo siento, hermano".

2 comentarios:

  1. Las abejas no viven unidades de tiempo. Miden unidades de distancia. Cuando han volado nosecuántos kilómetros, la diñan. Las que se mueven menos viven más, pero alguna habrá que envidie a las que se murieron y fueron más allá del meloconotero. O no. No sé. Es lunes, coño, no me pidas esfuerzos.

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