miércoles, 6 de junio de 2012

El atolón de la vergüenza.

2:00 am. "Piensa" Me dije a mi mismo "Actúa, recapacita!". En mi fuero interno se dio origen, hace un par de días, un debate muy acalorado, entre yo mismo y yo, conmigo de mediador. Las dudas, a mi parecer, eran irresolubles, y aún, a día de hoy, me lo siguen pareciendo. Muchos me dirán que me ahogo en un vaso de agua. Quizá estén en lo cierto. Lo que quizás no sepan es la escala de tal vaso. Pues uno le da el tamaño pertinente a sus propios problemas. O no. Realmente no tengo ni idea de qué demonios estoy hablando. Tengo muy pocas bombillas, y ni la mitad dan luz. Pero vayamos al grano. Me ahogo. En mis dudas, en mis pequeños charcos mentales, en mis lagunas, me sumerjo en océanos de pensamientos de los que solo salgo para tomar bocanadas de aire con algo de cordura en ellas. En estos momentos no sabría cuantificar toda el agua que he tragado ahí dentro, pero podría jurar que es mucha mas de la que nadie puede soportar. Ni siquiera la presión puede hacer papilla mi cráneo, por mucho que lo intente. Dentro de esas putas fosas abisales, negras, sépticas, e infestadas de hediondos problemas, hay racimos de brillantes recuerdos. Codiciados por el ego. Después de arrancarlos de la mierda donde se encuentran incrustados, salgo al exterior para intentar visualizarlos. Es como clavarme un cuchillo. Como lacerarme el pecho a base de cortes. Joder, que alguien me los saque de delante! Me abrasan la córnea, mis globos oculares sangran resignación al volver a contemplarlos. Y nadie se puede imaginar como abrasan. Nadie. Salgo de mi vaso. De mi puto vaso del tamaño del océano pacífico. Abro los ojos, enrojecidos. Ya no me quedan mas lagrimas que vomitar. Solo quiero acabar de una vez con esto. Y si esos racimos no me matan, acabaré por volverme loco.

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